quarta-feira, 14 de novembro de 2007

DE LUIS FERNANDO CUARTAS A ARMANDO FUENTES

Luis Fernando Cuartas nació en Bello, Antioquia, Colombia, en 1956. Es miembro fundador de la Revista de Poesía Punto Seguido. Es Cofundador del espacio poético Laberinto Lunario. Algunos de sus poemas han sido publicados en periódicos y revistas de Colombia, Estados Unidos, Francia y Suecia. Entre sus libros, aún no editados, se encuentran: Delitos del paraíso; El libro de los objetos con ojos; y La luna de los lunes.
AL POETA, AMIGO ARMANDO FUENTES.
Las piedras se han tallado en esas finas lajas que se desprenden deltecho oscuro de las cuevas de los guacharos. Todo un tratado defilosofía yace en esas grutas. No existe un Platón que nos atestigüeahora si esas sombras son los lunes rotos, las últimas pesadillas delsol dominical o las partículas del silencio en un amanecer lunar.Piedras tan aéreas como una cabra en pleno parque contemplando lacatedral de arroz, animales azorados por el miedo, tratando de escupirlas hierbas rojas que le han dado su condición de vuelo. Piedras tanazules que el mismo firmamento se convence de que son nubes quecaminan, haciendo croquis de heresiarcas, cumpliendo la dulce y tercatarea de abrir caminos en las noches sin estrellas. Ahora lo vemos,con el picapedrero de su corazón, maquinaria celeste, que a punta degolpes certeros la sangre se vuelca a borbotones por cada callehablada, por cada agujero escrito en el socavón del tiempo. Tal vez lohemos presentido ausente, tal vez creamos que su entierro fue real,pero no nos hemos dado cuenta a caso, que su respiración persiste comoun cuerpo de arena que vuelve a convertirse en roca, esas blancasrocas lunares, esas crepitantes joyas cerebrales que recubren suspoemas de audaces estalactitas en la gruta insomne de sus iniciadospasos. Pero él también es agua. Gotera cáustica y sombra de humedadesen la hojarasca de su silenciosa selva. En él llueve los viernes y seacechan ríos cada temporada sabatina y libre. La humedad del llantoíntimo, un arco iris en la sombra, el paraguas como único arcabuz, lasaliva como un licor de un errante y viejo sabio. Quedan en él esosresbalosos textos, esas aguas de escritura, naufragios y fragmentos deislas, cascos derruidos de embarcaciones flotantes en las espesasaguas de un país sin brújula. También es la lengua erizada de unallama, breve y mordaz metáfora de lo inflamable y de lo ígneo. Condestrezas de un goliardo medieval, en medio de las montañas con susgritos de tierra y sus cortezas milenarias, estampidas de volcán ylava furiosa, salen de la salamandra expuesta entre los dedostemblorosos que forman las velas cuando incendian todo pensamiento. Elpoeta esta vivo, aunque algunos hayan querido silenciar la carcajadaal viento, pintar de miedo y de olvido su memoria, y querer bajo elhorror atrincherar a los poetas que han conocido junto con él, laardua labor de convertirse en pastores de abismos, en transeúntes dela vía láctea o en simples embriagados de soles y de lunas. Con sucometa mística, con lo más terrenal y sórdido que puedan tener losángeles sin alas, con lo más exaltado y pasional que se pueda permitirun niño ebrio, el poeta sigue con nosotros buscando la piedrafilosofal en la pupila de las manos y en el tacto de sus ojos.
Luis F. Cuartas.

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